La aventura comenzó el pasado día 12 cuando los supervivientes, citados en el Centro de Servicios Sociales, fueron retados por la organización a descifrar el punto de partida de la actividad.
Desprovisto de materiales tecnológicos, de medios de comunicación e incluso de relojes, las intrépidas familias iniciaron un intenso fin de semana cargado de desafíos dirigidos a fomentar la cooperación y la solidaridad como herramientas para alcanzar una meta común.
El total de familias participantes ascendió hasta catorce, aumentando en dos el número previsto inicialmente. Las mismas tuvieron que recorrer 25 kilómetros y, para conseguir agua y comida, tuvieron que ir superando distintas pruebas, tales como, cruzar un arroyo, fabricar un silbato con ramas, guiarse por las señalizaciones de pistas, construir majanos, buscar fuego, depurar agua de forma natural, levantar un chozo, y sobrevivir a una acampada libre.
El domingo, ya en Navalmoral, en un ambiente más distendido, la supervivencia se convirtió en una comida de hermandad para reponer fuerzas, interactuar, integrarse y desarrollar habilidades sociales.