Juan Carlos Muñoz, un joven abogado madrileño, resultó ser ganador de la X edición del Premio “Encina de Plata” de novela corta gracias a su obra “A Imagen y Semejanza”.
El certamen, convocado por la Concejalía de Cultura y que ha contado con la colaboración de la Diputación Provincial de Cáceres, preveía una recompensa de 6000€ en metálico, una escultura argentada de una encina y la publicación de la obra el año próximo para el ganador, vivió su desenlace final el viernes pasado en el Teatro del Marcado, en una gala abierta al público y un ágape elaborado por los alumnos de cocina de Aprendizext, abandonándose, de esta forma, el formato privado de evento y cena.
La gala, que contó con la presencia de la Secretaria General de Cultura de la Junta de Extremadura, Miriam García Cabezas y el diputado provincial de Cáceres, Antonio Bravo, alternó intervenciones de literatos y políticos con la música de Gisella Novais.
El jurado, conformado por dos miembros de la Real Academia de la Lengua, Luís Mateo Díez y José María Merino junto a Pilar Galán, Gonzalo Hidalgo Bayal y Rosa Bautista, quien además, fue la encargada de conducir el acto.
Mateo Díez, Premio Nacional de Narrativa y dela Crítica, entre otros muchos logros dijo de la novela ganadora que se trata de «una fábula muy moderna, desenfadada, intensa y muy dura sobre el estilo del creador de arte, a través de un fotógrafo que busca el éxito” y del concurso destacó la importancia que ha adquirido, tanto por su consolidación en el tiempo, pues ya van diez años, como por su alcance, recordando que hay obras procedentes del otro lado del “charco”.
Por su parte, Jose María Merino, también profuso galardonado literario y académico de la lengua, mostró su satisfacción por la calidad de las obras finalistas y por la continuidad y apertura del certamen.
Raquel Medina, alcaldesa de Navalmoral, fue la encargada de clausurar el acto y lo hizo recordando la calidad de la composición del jurado, la cantidad y procedencia de los textos recibidos y el carácter “universal de la literatura, donde los únicos límites los imponen las mentes de los creadores y la imaginación de unos lectores qué, en una sociedad como la de ahora, encuentran refugio atravesando un espejo en que se ven reflejados en forma de conejo que soporta un reloj entre sus manos”.
Para finalizar, Medina Nuevo, invitaba a los presentes a “ser un poco Quijotes para que la lectura ocupe un lugar especial en nuestra mente y nos dé el punto de locura preciso para afrontar nuestros retos reales”